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Para el día de hoy (11/09/16):  

Evangelio según San Lucas 15, 1-32



Andamos muy disvaluados, no tanto por menoscabarnos, por ir a menos. Hemos asumido demasiadas categorías mundanas, tácitas o explícitas, por las cuales algunos se suponen más o mejores que otros, cierta teología de la desigualdad que sólo es capaz de parir injusticias.
Quizás no haya que irse demasiado lejos, pues los vicios policiales de los fariseos tengan un grado de persistencia insospechado en nosotros, aún cuando no nos demos cuenta, especialmente cuando nos enfocamos en los que consideramos deleznables, irrecuperables, terribles. 

El otro aspecto crucial estriba, precisamente, en esa lógica mercantil que tiñe la ética y que indica, con total razonabilidad, que la pérdida de una oveja en un rebaño de cien -el uno por ciento- es una pérdida aceptable; ello puede verificarse sin demasiada dificultad en los que tienen responsabilidades colectivas o comunitarias. Es más que prudente no poner en riesgo a todos por buscar a la que se ha perdido, a veces suponiendo que en ese extravío tiene responsabilidad la misma oveja perdida.
Lógico y prudente, razonable y reflexivo. Pero no es Evangelio.

Por Cristo sabemos el valor inmenso que implica para Dios la oveja perdida. El afán que pone en su rescate, su hallazgo, su cuidado. Poner a las demás en riesgo destaca de modo fulgurante ese valor único e intransferible que nace del amor de Abbá Dios de Jesús de Nazareth.
Que para Él vale la pena poner todo patas arriba -el mundo especialmente- a horas intempestivas y aún cuando se incomode a muchos, porque nadie debe perderse.

Una cuestión decisiva: el valor de la oveja perdida radica en la decisión del Buscador. Nuestros valores suelen perderse por otras veredas.

En esa oveja que se pierde, en la dracma extraviada, en el joven que dilapida su vida en pantanos de orgullo y soberbia nos espejamos.
Pero hay más, siempre hay más, y es que aún perdidos nos descubramos encontrados por la misericordia de Aquél que no descansa, y por el que cada reencuentro, cada rescate, cada perdón es motivo de celebración que se comparte, de Reino que nos crece aquí y ahora.


Paz y Bien

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